miércoles, 2 de noviembre de 2011

Capitulo 1 y 2


1.    FUNDAMENTO DE LA FE CATÓLICA




1.      Canto inicial:           
 Juntos como hermanos,
miembros de una Iglesia,
vamos caminando
al encuentro del Señor.

2.      Oración inicial: Padre nuestro… Ave María… Gloria al Padre…

3.      Introducción:

Sean bienvenidos a este grupo de estudio y reflexión, de oración y de hermandad. Vamos a tratar de conocer más a fondo los cimientos de nuestra fe católica, para que estemos más firmes en ella y no la cambiemos por falta de conocimiento. Todos deben traer su Biblia, porque nuestra fe se basa en la Palabra de Dios, que se ha transmitido fielmente de generación en generación en la Iglesia Católica. Esta Palabra de Dios en parte está en la Biblia, y en parte nos ha llegado por la tradición eclesial.

Pero no sólo nos reunimos para estudiar, sino sobre todo para reflexionar qué nos dice el Señor en su Revelación, cuál es el camino que nos señala para nuestra vida, cuál es su voluntad, qué espera de nosotros. También nos reunimos para hablar con Dios en oración personal y comunitaria, tanto con palabras que tomaremos de los Salmos, inspirados por El, como con palabras o sentimientos que nacen del corazón.

4.      Lectura bíblica: Hebreos 1,1-4.
            Después de la lectura, se deja un momento de reflexión y oración personal en silencio.

5.      Exposición:

a)      Nuestra fe tiene su centro en que Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es el misterio de la Santísima Trinidad. Nunca lo podremos entender, sino sólo aceptar en fe porque así nos lo reveló Jesucristo: Mt 28,16-20. Es el mismo testimonio que da San Pablo: Rom 8,14-17; 2 Cor 13,13.
b)      Dios Padre se nos ha revelado en Cristo: Jn 3,16-18; Gál 4,4-7.
c)      El amor del Padre se nos manifiesta, por el Espíritu Santo, en la entrega de Cristo hasta dar la vida por nosotros: Rom 5,5-11; 8,31-39.
d)     Debemos centrar nuestra fe en Cristo. El es el Salvador y Redentor; único Mediador entre Dios y nosotros: 1 Tim 2,5-6.
e)      Quién es Jesucristo:

v  Jesús es el camino, la verdad, la vida, la luz, la salvación, la revelación definitiva. Es el Verbo encarnado, Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero. Es el centro, el cimiento y el culmen de la humanidad. Es el punto de referencia para saber qué da vida y qué da muerte. Es quien ha creado y quien sostiene todo lo visible y lo invisible, en el cielo y en la tierra. Es la encarnación del amor misericordioso del Padre. Es quien nos amó hasta el extremo de dar su vida para que tengamos vida. Quiso quedarse entre nosotros para siempre, sobre todo en la Eucaristía.
v  Jesús es hombre, nazareno, hijo de María, carpintero, pero sobre todo es Dios: Jn 1,1-4.18; 8,24-27; 20,28. Le ponen por nombre “Emmanuel”, que quiere decir: Dios con nosotros: Mt 1,22-23. Los judíos lo persiguen y lo matan porque se considera Dios: Jn 5,18. Jesús se declara Dios: Jn 14,1.
v  San Pablo es un apasionado por Cristo: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bienes espirituales, en los cielos, en Cristo” (Ef 1,3). “El es imagen de Dios invisible, Primogénito de toda la creación… El es también la Cabeza del Cuerpo que es la Iglesia… Dios tuvo a bien hacer residir en El toda la Plenitud (Col 1,15.18-19). “Hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús” (1 Tim 2,5). “Para mí la vida es Cristo” (Filp 1,21). “Lo que era para mí ganancia, lo he juzgado una pérdida a causa de Cristo. Y más aún: juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura con tal de ganar a Cristo” (Ib 3,7-8). “Todo lo puedo en Aquel que me conforta” (Ib 4,13). “Vivo, pero no soy yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gál 2,20). “¿Quién nos apartará del amor de Cristo? Estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni las potestades, ni la altura ni la profundidad, ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor” (Rom 8,35.38-39).
v  Por eso, quiere que todos conozcan y acepten a Jesús: “Si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo” (Ib 10,9). “Nosotros predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y necedad para los gentiles; mas para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios… No quise saber entre ustedes sino a Jesucristo, y éste crucificado” (1 Cor 1,23-24; 2,2). “¡Ay de mí, si no predicara el Evangelio!” (Ib 9,16). “No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos de ustedes por Jesús” (2 Cor 4,5). “Sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo formado en ustedes” (Gál 4,19). “A mí, el menor de todos los santos, me fue concedida esta gracia: la de anunciar a los gentiles la inescrutable riqueza de Cristo” (Ef 3,8)… “hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud en Cristo” (Ib 4,13).

f)       Jesucristo quiso dejar en su lugar a Pedro y a sus sucesores: Jn 21,15-17; Mt 16,18; Lc 22,32. Por tanto, el criterio para saber cuál es la Iglesia de Cristo, la verdadera, es dónde está Pedro y su sucesor, que es el Papa, llamado también Romano Pontífice, Vicario de Cristo, Santo Padre.
g)      Junto con Pedro, dejó también encargada su Iglesia a sus apóstoles: Mc 3,13-19; Lc 6,12-16; 10,16; Mt 10,1-4; 28,18-20; Mc 16,15-16; Hech 1,8; 2,4; 4,10-12; 20,28-32

6. Meditación-Oración:

a)      En forma personal y en silencio, reflexionar qué me dice la Palabra de Dios; qué texto me llama más la atención; qué me hace pensar y sentir; qué le digo a Dios en mi mente y en mi corazón, como respuesta a su Palabra.
b)      En pequeños grupos, compartir lo que cada quien ha meditado.
c)      En plenario, quien quiera libremente le habla al Señor, para darle gracias, adorarle, alabarle, pedirle perdón y hacerle súplicas.

7.      Compromiso:
Desde nuestro bautismo, todos estamos llamados a ser discípulos y misioneros de Jesús. ¿Qué puedes hacer para que otras personas conozcan y aprecien esta Palabra de Dios? ¿Qué puedes hacer para que las personas que se han alejado de la Iglesia Católica reciban este mensaje?

8.      Canto final:
A edificar la Iglesia, a edificar la Iglesia, a edificar la Iglesia del Señor,
hermano ven ayúdame, hermana ven ayúdame,
a edificar la Iglesia del Señor.





2. LA INTERPRETACIÓN DE LA BIBLIA
POR CATÓLICOS Y PROTESTANTES



1.      Canto inicial:           
Tu Palabra me da vida,
confío en ti, Señor.
Tu Palabra es eterna,
en ella esperaré.

2.      Oración inicial:   Del Salmo 119 (118), 145-152


Te invoco de todo corazón;
respóndeme, Señor, y guardaré tus leyes;
a ti grito: sálvame,
y cumpliré tus decretos;
me adelanto a la aurora pidiendo auxilio,
esperando tus palabras.

Mis ojos se adelantan a las vigilias de la noche,
meditando tu promesa;
escucha mi voz por tu misericordia,
con tus mandamientos dame vida;
ya se acercan mis inicuos perseguidores,
están lejos de tu voluntad.

Tú, Señor, estás cerca,
y todos tus mandatos son estables;
hace tiempo comprendí que tus preceptos
los fundaste para siempre.

3.      Introducción:

La palabra Biblia viene del idioma griego y significa libros, en plural. No es, por tanto, un solo libro, sino que tiene 73 libros: 46 del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo. Unos son más largos, otros muy pequeños; pero aunque sean de una página, se les llama “libros”.

En muchas biblias protestantes faltan algunos libros del Antiguo Testamento: 1 y 2 de Macabeos,  Judith, Sabiduría, Eclesiástico y Baruc. Sólo las ecuménicas sí los tienen.

Las partes más antiguas del Antiguo Testamento se empezaron a escribir como 1,300 años antes de Jesucristo; pero fue poco a poco que se fue poniendo por escrito la historia de la salvación en el pueblo de Israel. Bajo la inspiración del Espíritu Santo, fueron muchos los autores humanos, cada cual con su propio estilo y su cultura, que pusieron por escrito los acontecimientos y las palabras recibidas de Dios. Todavía unos 50 años antes del nacimiento de Cristo, se escribieron algunos, como el libro de la Sabiduría. Los libros del Nuevo Testamento fueron escritos entre el año 50 después de Cristo y finales del siglo I. El primer escrito es la Primera Carta a los Tesalonicenses, que fue redactada en torno al año 50. Los Evangelios se escribieron: el de Marcos, por el año 64; los de Mateo y Lucas, antes del año 70; el de Juan, a fines del siglo I.

Según los protestantes, la Revelación de Dios está sólo en la Biblia; los católicos creemos que no está sólo en la Biblia, sino que se nos ha transmitido también por la tradición de la Iglesia. Como ha enseñado el Concilio Vaticano II, en su Constitución sobre la Divina Revelación, y lo ha remarcado el Papa Benedicto XVI en su Exhortación Postsinodal sobre La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia, Dios ha hablado de muchas maneras; una parte de su Palabra está escrita en la Biblia; pero otra se ha transmitido de generación en generación, por la Iglesia instituida por Jesús, con la guía del Espíritu Santo. No somos una religión del Libro, sino de la Palabra. ¿Cómo sostenemos que esto sea verdad?

4.      Lectura bíblica: 2 Tim 4,1-5
            Después de la lectura, se deja un momento de reflexión y oración personal en silencio.

5.      Exposición:

a)      No todo lo que Jesús hizo y enseñó está en la Biblia: Jn 21,25.
b)      Después de su resurrección, durante cuarenta días Jesús estuvo hablando con sus apóstoles sobre el Reino de Dios (Hech 1,3), y todo eso que les enseñó no está escrito en la Biblia. ¿Acaso eso no es Palabra de Dios?
c)      Jesús nada escribió, sino que El es la Palabra (Jn 1,1-5.14). Ordenó a sus apóstoles que predicaran la Palabra de Dios, que proclamaran la Buena Nueva (Mt 28,18-20; Mc 16,15.20). No les pidió que escribieran; y la mayoría no escribió nada. Su predicación es verdadera Palabra de Dios, pues la recibieron de Jesucristo, pero no todo lo que predicaron quedó escrito en la Biblia, sino que llegó a nosotros por la tradición fielmente trasmitida en la Iglesia a través de los siglos.
d)     Lucas y Pablo, que no convivieron físicamente con Jesús, ni escucharon su predicación, dicen que investigaron con cuidado lo que había pasado, para transmitírnoslo fielmente: Lc 1,1-4; Hech 1,1; 2 Tes 2,15; 1 Cor 15,1-11. Escribieron sólo algo de lo que habían escuchado a algunos apóstoles, pero no consta que hayan escuchado a todos.
e)      Sin embargo, desde el principio ha habido engañadores: Hech 20,28-32; Gál 1,6-10; Col 2,4-8; 1 Tim 4,1-2. Por eso, San Pablo exhorta a Timoteo a mantenerse firme en la verdad y no dejarse engañar por falsos maestros: 1 Tim 6,13-14; 2 Tim 4,1-5.
f)       Los protestantes dicen que el Espíritu Santo ilumina a cada persona para interpretar la Escritura; sin embargo, San Pedro dice que no puede haber una interpretación privada de la Palabra de Dios, pues se puede caer en equivocaciones: 2 Pedr 1,19-20. Así ha pasado con algunas falsas interpretaciones sobre escritos de San Pablo: 2 Pedr 3,15-17.
g)      El apóstol Juan es muy claro: “Hermanos míos, no se dejen llevar de cualquier espíritu, sino examinen toda inspiración para ver si viene de Dios, pues han surgido por el mundo muchos falsos profetas. La presencia del Espíritu de Dios la pueden conocer en esto: Todo aquel que reconoce a Jesucristo, Palabra de Dios, hecha hombre, es de Dios. Todo aquel que no reconoce a Jesús, no es de Dios, sino que su espíritu es del anticristo. De éste han oído decir que ha de venir; pues bien, ya está en el mundo” (1 Jn 4,1-3). “¿Quién es el que vence al mundo? Sólo el que cree que Jesús es el Hijo de Dios… Dios nos ha dado la vida eterna y esa vida está en su Hijo. Quien tiene al Hijo, tiene la vida; quien no tiene al Hijo, no tiene la vida” (1 Jn 5,5.11-12).
h)      Para los católicos, la interpretación segura de lo que en verdad dice la Palabra de Dios, es el Magisterio de la Iglesia; es decir, lo que enseñan autorizadamente el Papa y los Obispos que están en común unión con él. Así lo quiso Jesús y así estableció su Iglesia: Mt 10,40; 16,18-19; Lc 10,16; 22,31-32; Jn 21,15-17.
i)        Por no tener una autoridad segura y universal que interprete la Palabra de Dios, han surgido y seguirán surgiendo miles de grupos y de sectas, pues cada quien dice que su interpretación de la Biblia es la única que vale. Cada día se subdividen más y más, lo cual es contrario a la voluntad de Cristo, que quiere que todos seamos una sola Iglesia: Mt 16,18; Jn 17,21.

6.      Meditación-Oración:

a)      En forma personal y en silencio, reflexionar qué me dice la Palabra de Dios; qué texto me llama más la atención; qué me hace pensar y sentir; qué le digo a Dios en mi mente y en mi corazón, como respuesta a su Palabra.
b)      En pequeños grupos, compartir lo que cada quien ha meditado.
c)      En plenario, quien quiera libremente le habla al Señor, para darle gracias, adorarle, alabarle, pedirle perdón y hacerle súplicas.

7.      Compromiso:
Muchos católicos desconocen lo que hoy hemos estudiado y reflexionado. Quizá algunos de tu propia familia estén en esa situación. ¿Qué puedes hacer para compartirles la vivencia de hoy? ¿Qué puedes hacer para que quienes han cambiado de religión, vuelvan a la Iglesia Católica?

8.      Canto final:
 Por ti, mi Dios, cantando voy
la alegría de ser tu testigo, Señor.




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