1. Canto inicial:
Señor, ¿a quién iremos?
Tú tienes palabras de vida.
Nosotros hemos creído
que tú eres el Hijo de Dios.
.
2. Oración inicial: Salmo 42 (41): Deseo del Señor y ansias de contemplar su templo
Como busca la cierva corrientes de agua,
así mi alma te busca a ti, Dios mío;
tiene sed de Dios, del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?
Las lágrimas son mi pan noche y día,
mientras todo el día me repiten: “¿Dónde está tu Dios?”
Recuerdo otros tiempos, y mi alma desfallece de tristeza:
cómo marchaba a la cabeza del grupo, hacia la casa de Dios,
entre cantos de júbilo y alabanza, en el bullicio de la fiesta.
¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo: “Salud de mi rostro, Dios mío”.
Cuando mi alma se acongoja, te recuerdo,
desde el Jordán y el Hermón y el Monte Menor.
Una sima grita a otra sima con voz de cascadas:
tus torrentes y tus olas me han arrollado.
De día el Señor me hará misericordia,
de noche cantaré la alabanza del Dios de mi vida.
Diré a Dios: Roca mía, ¿por qué me olvidas?
¿Por qué voy andando sombrío, hostigado por mi enemigo?
Se me rompen los huesos por las burlas del adversario;
todo el día me preguntan: “¿Dónde está tu Dios?”
¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo: “Salud de mi rostro, Dios mío.”
3. Introducción:
No faltan personas de otras religiones que, demostrando su ignorancia, afirman que la Misa la inventó un Papa de tiempos tardíos, y que es imposible que Jesucristo esté presente, vivo y verdadero, en la Eucaristía y en el Sagrario ¿Cómo demostramos con la Biblia que Jesucristo celebró la primera Misa y ordenó que la celebráramos siempre que nos reunimos en su nombre? ¿Cómo la celebraban los primeros cristianos? ¿Cuál es la importancia de la Eucaristía en la vida de la Iglesia? ¿Cuántas partes tiene la Misa y cómo se celebra?
4. Lectura bíblica: 1 Cor 11,23-29
Después de la lectura, se deja un momento de reflexión y oración personal en silencio.
5. Exposición:
a) El origen de la Misa está en la última Cena de Jesús con sus discípulos. Fue una cena en ambiente pascual, con signos de la pascua judía (Ex 12), pero ya no se sacrifica y se come un cordero según la tradición judía, sino Jesús es el nuevo y verdadero Cordero. Con su muerte en la cruz, al derramar su sangre, se realiza la nueva Pascua, con la que nos salva. En su cena de despedida con sus discípulos, deja para todos los tiempos el signo de su presencia permanente y redentora entre nosotros por medio del pan partido y del vino que se consume. Ordenó a sus apóstoles hacer lo mismo que El había hecho, en memoria de su entrega amorosa por nosotros. Es una memoria que es un memorial, una actualización del pasado, una presencia viva de la muerte y resurrección del Señor. No es una repetición, ni una representación teatral, ni una evocación del pasado, sino una actualización de su Pascua, en forma incruenta, es decir, sin nuevo derramamiento de sangre.
b) La primera versión escrita que conservamos de las palabras dichas por Jesús, al instituir la Eucaristía , es la del evangelista Marcos, quien escribe: “Y mientras estaban comiendo, tomó pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio y dijo: ‘Tomen, esto es mi Cuerpo’. Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio, y bebieron todos de ella. Y les dijo: ‘Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos’ ” (Mc 14,22-24).
c) En forma semejante relata San Mateo: “Mientras estaban comiendo, tomó Jesús pan y, pronunciada la bendición, lo partió y, dándoselo a sus discípulos, dijo: Tomen, coman, esto es mi cuerpo … ésta es mi sangre de la Alianza , que es derramada por muchos para perdón de los pecados” (Mt 26,26-28).
d) San Lucas refiere: “Tomó pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo: Esto es mi cuerpo que se entrega por ustedes; hagan esto en memoria mía… Esta copa es la nueva Alianza en mi sangre, que se derrama por ustedes” (Lc 22,19-20).
e) San Pablo nos transmite algo que ya es tradición en la Iglesia primitiva: “Yo recibí del Señor lo que les he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo: Esto es mi cuerpo que se entrega por ustedes; hagan esto en memoria mía. Así mismo también el cáliz después de cenar diciendo: Esta copa es la nueva Alianza en mi sangre. Cuantas veces beban de ella, háganlo en memoria mía. Pues cada vez que comen este pan y beben este cáliz, anuncian la muerte del Señor hasta que venga” (1 Cor 11,23-26).
f) El apóstol Juan, que estuvo presente en la Ultima Cena, no narra la institución de la Eucaristía; sin embargo, nos presenta en forma muy insistente a Jesús como pan de vida, alimento que da vida eterna: Jn 6,35-58. Como ya los otros evangelistas habían narrado lo de la Eucaristía, Juan completa la narración con el lavatorio de los pies (Jn 13,1-17), para dar a entender que la Eucaristía es una entrega al servicio de los demás, hasta dar la vida por ellos. Una Misa sin amor y servicio a los demás, en particular a los pobres, se queda muy incompleta y puede ser hasta falsa.
g) Los primeros cristianos se reunían para la fracción del pan: Hech 2,42. Es el primer nombre de la Misa, de la Eucaristía, porque la fracción del pan es el signo que usó Jesús al instituir este sacramento y por ese signo lo reconocieron los discípulos de Emaús: Lc 24,30-31.35.
h) Se dice que esta fracción del pan se hacía el primer día de la semana, que es el día siguiente al sábado: Hech 20,7. Por tanto, la Eucaristía es la memoria de la muerte y también de la resurrección del Señor. Con el tiempo, ese primer día de la semana es el día en que se reúnen los cristianos: 1 Cor 16,2, y que en Apoc 1,10 toma ya el nombre de día del Señor, o domingo.
i) Jesucristo dio a sus apóstoles la orden de celebrar este sacramento eucarístico. Los apóstoles transmitieron esta orden a sus sucesores, que son los obispos, y éstos a sus colaboradores inmediatos, que son los sacerdotes. Por tanto, cuando el sacerdote celebra la Misa, Jesús está presente, tanto en su Palabra que se proclama, como en su memorial redentor por los signos del pan y del vino. Está también presente en la comunidad que se reúne en su nombre y en la persona del ministro (cf Concilio Vaticano II: Constitución sobre Liturgia, 7).
j) La Misa tiene dos partes principales, siguiendo el ejemplo de Jesús y de los apóstoles: Liturgia de la Palabra y Liturgia de la Eucaristía. Jesús, antes de partir el pan y dar a beber del cáliz, habló largamente con sus discípulos; y lo mismo hacían los primeros cristianos: Hech 2,42; 20,7. Las otras partes de la Misa son los ritos introductorios, desde la entrada hasta la oración colecta, y los ritos conclusivos, con la bendición final y la despedida de la asamblea.
k) Sólo el sacerdote puede celebrar la Misa, pues sólo él ha recibido el sacramento del Orden, por el cual se configura con Cristo cabeza de la Iglesia, para el servicio del Pueblo de Dios.
6. Meditación-Oración:
a) En forma personal y en silencio, reflexionar qué me dice la Palabra de Dios; cuál es mi actitud ante la Eucaristía, ante la Misa dominical; qué importancia debería darle; cada cuándo comulgo y me acerco con la conciencia limpia por la confesión frecuente para recibir dignamente al Señor; qué le digo a Dios en mi mente y en mi corazón, para responder a su Palabra.
b) En pequeños grupos, compartir lo que cada quien ha meditado.
c) En plenario, quien quiera libremente le habla al Señor, para darle gracias, adorarle, alabarle, pedirle perdón y hacerle súplicas.
7. Compromiso:
¿Qué puedes hacer para participar todos los domingos en la Misa, y si es posible también entre semana? ¿Cada cuándo visitas a Jesús, que está vivo en el Sagrario, para platicar con El? ¿Qué podríamos hacer para que se valore su presencia en el Sagrario, y no se le falte tanto al respeto, ni se le ignore? Algunos le dan más importancia a las imágenes, que a Jesús que está presente en el Sagrario. ¿Cómo puedes ayudar a tu familia, a tus amistades y a tu comunidad para que comprendan la importancia de la Eucaristía?
8. Canto final:
Cantemos al amor de los amores, cantemos al Señor.
Dios está aquí.
Venid adoradores, adoremos a Cristo Redentor.
¡Gloria a Cristo Jesús!
Cielos y tierra bendecid al Señor.
Honor y gloria a ti, Rey de la gloria.
Amor por siempre a ti, Dios del amor.
8. EL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN
1. Canto inicial:
En Dios pongo mi esperanza
y confío en su Palabra.
2. Oración inicial: Salmo 51 (50): Confesión del pecador arrepentido
Misericordia, Dios mío, por tu bondad;
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito, limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón, en el juicio brillará tu rectitud.
Mira, que en la culpa nací, pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio; lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa.
¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, ¡oh Dios, Dios, Salvador mío!, y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen; si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado:
un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión, reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales, ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.
3. Introducción:
Es frecuente escuchar que alguien diga: Yo no me confieso, porque no tengo pecados. O también: Yo no me confieso con un hombre, que es un pecador; yo me confieso sólo con Dios. ¿Qué pensar de esto? ¿Cómo demostramos con la Biblia que Jesucristo confió a sus apóstoles la misma facultad suya de perdonar los pecados? ¿Por qué es importante la confesión sacramental de los pecados ante un sacerdote? ¿Basta con la ceremonia de algunas comunidades, que hacen en algunas ocasiones una reconciliación comunitaria? ¿Cómo se hace una buena confesión? ¿Cada cuándo confesarse?
4. Lectura bíblica: 1 Jn 1,5-2,2
Después de la lectura, se deja un momento de reflexión y oración personal en silencio.
5. Exposición:
a) Todos somos pecadores, pues nacimos con el pecado original: Rom 5,12-14.19; Salmo 51 (50),7
b) Jesucristo vino a salvar a los pecadores: Mt 9,10-13; Lc 15,1-32; 19,2-10
c) A quienes Jesús más critica y condena es a los fariseos, que se creían muy buenos y despreciaban a los publicanos: Lc 18,9-14
d) Jesús tiene poder para perdonar pecados: Lc 7,36-50; Jn 8,1-11; Col 2,13-14
e) La gente se extraña de que Jesús perdone pecados, pues, en efecto, dicen que sólo Dios puede perdonar pecados: Lc 5,17-26. Con esto se demuestra que Jesucristo es Dios y, por tanto, tiene poder divino. La resurrección de Lázaro es muestra de su poder: Jn 11,1-44. La confesión y el perdón de los pecados es como una resurrección de quien está muerto por sus pecados y huele mal ante los demás.
f) Jesús comparte o delega este poder a sus apóstoles: Primero a Pedro y luego a los otros: Mt 16,19; 18,18. Ellos son hombres pecadores, como nosotros, pero Jesús les da una facultad que es exclusiva de Dios. Ya no son ellos quienes perdonan, sino Dios por medio de ellos.
g) El momento más claro es después de la resurrección, en que les da explícitamente el poder de perdonar los pecados, con la fuerza del Espíritu Santo: Jn 20,20-23.
h) Cuando alguien dice que se confiesa con Dios, le preguntamos cómo sabe que Dios ya le perdonó. Se necesita un signo de ese perdón, y ese signo es el sacramento de la confesión. Es como cuando alguien ofende a su novia, o a su esposa; no basta que en su corazón se arrepienta; tampoco basta que le pida perdón a ella. Hasta que ella le da un signo de haberle perdonado, es cuando el ofensor se siente realmente perdonado. No basta, por tanto, arrepentirse, aunque este es el primer paso y es fundamental, pues si alguien se confiesa pero sin arrepentimiento, no vale la confesión. La absolución del sacerdote es el signo de Dios para recibir efectivamente el perdón del mismo Dios.
i) El apóstol Santiago recomienda llamar a los sacerdotes cuando alguien está enfermo, para que se le perdonen los pecados y se le unja con aceite, y así pedir a Dios también la salud corporal: Sant 5,14-16. Todavía no se describe la confesión como la tenemos ahora, pero está lo esencial, que es el perdón de los pecados por mediación de los presbíteros o sacerdotes.
j) La confesión sacramental tiene cinco elementos: Examen de conciencia, dolor de los pecados, propósito de enmienda, confesión de los pecados ante el sacerdote, cumplir la penitencia que imponga el confesor: rezar alguna oración, leer algo de la Biblia, ayudar a los pobres y enfermos, etc. El propósito de enmienda es el compromiso de hacer todo lo posible por no volver a pecar, sino cambiar de vida.
k) Confesarse es pedir perdón a Dios, y también perdonarnos unos a otros, pues si alguien no perdona a los demás, tampoco Dios le perdona: Mt 6,12-15; 18,35; Lc 6,37.
l) ¿Cada cuándo confesarse? Dos o tres veces al año, si no se tienen faltas graves o mortales. Si hay pecado grave, confesarse de inmediato, pues no se puede recibir la santa Comunión sin haberse antes confesado. Sólo cuando no hay sacerdote, basta un arrepentimiento profundo del corazón, pero con la condición de confesarse tan pronto sea posible. En Cuaresma es muy recomendable la confesión, para celebrar la Pascua en comunión con el Señor.
m) El aborto procurado y realizado consciente y libremente, no sólo es un pecado muy grave, sino que tiene una pena que se llama excomunión; es decir, que la persona no puede recibir sacramentos, y no cualquier sacerdote le puede absolver, sino sólo el Obispo, el Vicario General, el Vicario Episcopal, o los sacerdotes delegados por el Obispo. Es una disciplina pedagógica, para hacer comprender la gravedad de ese delito.
6. Meditación-Oración:
a) En forma personal y en silencio, reflexionar qué me dice la Palabra de Dios. ¿Cuál es mi actitud ante el sacramento de la Confesión o Reconciliación? ¿Qué importancia le doy? ¿Cada cuándo me confieso, para recibir dignamente al Señor? ¿He comulgado sin confesarme y teniendo pecados graves? ¿Qué le digo a Dios en mi mente y en mi corazón, para responder a su Palabra y vivir conforme a ella?
b) En pequeños grupos, compartir lo que cada quien ha meditado.
c) En plenario, quien quiera libremente le habla al Señor, para darle gracias, adorarle, alabarle, pedirle perdón y hacerle súplicas.
7. Compromiso:
Si acostumbras confesarte pocas veces, o muy raras veces, o casi nunca, ¿qué debes hacer en adelante? ¿Cómo puedes ayudar a tu familia, a tus amistades y a tu comunidad para que comprendan la importancia de la Confesión sacramental? ¿Cómo prepararte para compartir este tema con los demás?
8. Canto final:
Perdón, oh Dios mío;
perdón e indulgencia,
perdón y clemencia,
perdón y piedad.
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